Acronis nos cuenta cuáles son los peligros más comunes.
Para ser proactivo en el campo de la seguridad hay que mantenerse informado, en primer lugar, de los males que acechan y que podrían acabar causando desastres irreversibles. La filosofía maternal del más vale prevenir que curar funciona tanto a nivel individual, para combatir enfermedades, como en el entorno corporativo, para garantizar una salud de hierro a la propia empresa en la que se trabaja.
Si partimos de la base de que los datos son fundamentales para cualquier compañía, porque son los que en última instancia aportan valor al negocio, es sencillo concluir que esos esfuerzos de protección deberían dirigirse de manera decisiva a los sistemas de almacenamiento. Tanto si se eligen tarjetas y discos, como ordenadores, servidores o la propia nube, hay que implementar políticas de seguridad.
Y hay que hacerlo porque “los desastres son inevitables”, como bien señalan desde la desarrolladora de soluciones de protección Acronis. Hay fenómenos que se nos escapan. “El hardware falla, la gente comete errores y los desastres naturales ocurren”, añaden desde esta compañía, que piensa que “no es cuestión de si una pieza de tecnología va a fallar, sino cuándo” va a hacerlo.
Además de dar la voz de alerta sobre las amenazas e intentar concienciar sobre la necesidad de realizar backups recurrentes, Acronis ha identificado las siete principales causas de pérdida de datos en un whitepaper titulado “8 nobles verdades sobre las copias de seguridad y la recuperación de datos”.
Fallos de hardware o software
Hay trucos para prolongar la vida de la tecnología o, más bien, hay formas de darle mejor trato a los recursos que se tiene, lo que al final debería acabar redundando en una estabilidad también mayor. Pero eso no quiere decir que los dispositivos y los programas que corren sobre ellos sean eternos. Los bugs, además, están ahí. Los fabricantes acaban proclamando la obsolescencia del software que desarrollan al cabo de los años, abandonando su soporte, mientras que la vida media de productos como los discos duros está estimada en unos 6 años. Eso sí, desde Acronis apuntan que al menos el 5% de ellos se echa a perder antes y “muere a lo largo del primer año”.
Error humano
Si no se puede aplicar la culpa a un problema de hardware o de software, entonces es bastante probable que en la ecuación haya entrado directamente el ser humano. La tecnología puede dar problemas, pero por culpa exclusiva de quien la usa. Una mala formación, pinchar justo en el botón que no se debía, eliminar datos por error, no guardar las tareas que se están realizando, dejar información relevante a la vista de los demás, incluidos los más pequeños, extraviar un disco, acabar pisándolo sin querer hasta quebrarlo… son muchos los despistes involuntarios susceptibles de acabar en desastre.
Cortes de energía
Y si de casualidades involuntarias hablamos, no podemos olvidarnos de los apagones. Lo habitual es ir guardando todos aquellos documentos que se van generando a medida que se trabaja en ellos, pero es posible que el sistema eléctrico falle en el momento menos oportuno y tu ordenador se apague con él. Hay programas que están preparados para soportar un corte de suministro eléctrico, aplicando backups automáticos de la información, pero lo mejor es no confiarse y mantener la información relevante a salvo antes de que un rayo decida recordártelo por las malas. Otra consecuencia de las tormentas puede ser el achicharramiento interno de dispositivos, dejándolos inservibles.
Brechas de seguridad y malware
En cuarto lugar, pero no por ello menos importante se encuentra el software malicioso. Es un hecho. Los ciberdelincuentes están agudizando cada vez más sus técnicas de actuación, hasta convertir el robo de información en todo un arte y dificultando la tarea de las firmas de seguridad. Los maleantes ya cuentan con un amplio repertorio de familias de malware para sacar rédito de sus andanzas a expensas de los internautas bienintencionados, como virus, gusanos, troyanos, ransomware, rootkits, backdoors o puertas traseras y downloaders. Eso por no hablar de las campañas de spam, el phishing y los programas espía. Sucesos recientes como el caso PRISM, el bug Heartbleed o la filtración de fotos comprometidas de famosas vía iCloud son prueba del riesgo latente.
Empleados descontentos
Y ahí no acaba la cosa. El factor humano se puede entender como un puro error, un accidente o un acto sin maldad. Pero, ¿Y si es voluntario? ¿Quién puede predecir que alguien en el que se confiaba va a acabar eliminando información de valor, o incluso sustrayéndola para blandir algún tipo de chantaje? Los enemigos de la información corporativa no son únicamente los cacos 2.0, éstos también pueden esconderse entre la propia plantilla. Por duro que suene, se calcula que una quinta parte de los profesionales del área de la Tecnología de la Información y la Comunicación temen a los trabajadores de su compañía. O, cuanto menos, creen que los empleados insatisfechos son “la mayor amenaza interna para los datos de la empresa”, según se hace eco Acronis.
Pérdida o robo de dispositivos
A un dispositivo pueden cruzársele los cables y fallar por una cuestión de mal estado, bloqueando el acceso a toda la información que contiene en su interior. Pero también puede acabar desapareciendo de la vista de sus dueños, lo que en la práctica vuelve a dejar los datos inaccesibles. Por ejemplo, en vez de centrarse en el robo de datos, colándose de forma remota en el gadget de destino a través de Internet, un ladrón pueden optar por llevarse de forma física el PC, portátil, tableta, teléfono móvil o unidad de almacenamiento de su víctima, porque entra en la oficina cuando está vacía o porque el dispositivo se halla en un lugar sin vigilancia, y operar directamente sobre él. O quizás es un empleado quien se deja olvidado ese dispositivo en un lugar público, algo que no parece difícil que ocurra con objetos pequeños como las memorias USB. El problema llega cuando es la única copia o si la información no está cifrada.
Desastres naturales
Más allá de las tormentas a las que nos hemos referido antes, la amenaza de los fenómenos meteorológicos se cierne sobre el almacenamiento de la información de diversas maneras. El agua, por ejemplo, es enemigo acérrimo de los productos electrónicos, así que todos podemos imaginar cuál será el resultado de un gran diluvio o un tsunami si se encuentra a su paso con sistemas de este tipo. Y hay más formas de desastres naturales que pueden jugar una mala pasada. Los incendios son una amenaza grave y distintos huracanes han pasado a la historia por sus efectos devastadores, como el Katrina o Sandy. No sólo para dispositivos personales, también para la propia infraestructura de la nube que se puede caer y llevarse con ella los servicios de terceros.
(Fuente: Siliconweek)
Para ser proactivo en el campo de la seguridad hay que mantenerse informado, en primer lugar, de los males que acechan y que podrían acabar causando desastres irreversibles. La filosofía maternal del más vale prevenir que curar funciona tanto a nivel individual, para combatir enfermedades, como en el entorno corporativo, para garantizar una salud de hierro a la propia empresa en la que se trabaja.
Si partimos de la base de que los datos son fundamentales para cualquier compañía, porque son los que en última instancia aportan valor al negocio, es sencillo concluir que esos esfuerzos de protección deberían dirigirse de manera decisiva a los sistemas de almacenamiento. Tanto si se eligen tarjetas y discos, como ordenadores, servidores o la propia nube, hay que implementar políticas de seguridad.
Y hay que hacerlo porque “los desastres son inevitables”, como bien señalan desde la desarrolladora de soluciones de protección Acronis. Hay fenómenos que se nos escapan. “El hardware falla, la gente comete errores y los desastres naturales ocurren”, añaden desde esta compañía, que piensa que “no es cuestión de si una pieza de tecnología va a fallar, sino cuándo” va a hacerlo.
Además de dar la voz de alerta sobre las amenazas e intentar concienciar sobre la necesidad de realizar backups recurrentes, Acronis ha identificado las siete principales causas de pérdida de datos en un whitepaper titulado “8 nobles verdades sobre las copias de seguridad y la recuperación de datos”.
Fallos de hardware o software
Hay trucos para prolongar la vida de la tecnología o, más bien, hay formas de darle mejor trato a los recursos que se tiene, lo que al final debería acabar redundando en una estabilidad también mayor. Pero eso no quiere decir que los dispositivos y los programas que corren sobre ellos sean eternos. Los bugs, además, están ahí. Los fabricantes acaban proclamando la obsolescencia del software que desarrollan al cabo de los años, abandonando su soporte, mientras que la vida media de productos como los discos duros está estimada en unos 6 años. Eso sí, desde Acronis apuntan que al menos el 5% de ellos se echa a perder antes y “muere a lo largo del primer año”.
Error humano
Si no se puede aplicar la culpa a un problema de hardware o de software, entonces es bastante probable que en la ecuación haya entrado directamente el ser humano. La tecnología puede dar problemas, pero por culpa exclusiva de quien la usa. Una mala formación, pinchar justo en el botón que no se debía, eliminar datos por error, no guardar las tareas que se están realizando, dejar información relevante a la vista de los demás, incluidos los más pequeños, extraviar un disco, acabar pisándolo sin querer hasta quebrarlo… son muchos los despistes involuntarios susceptibles de acabar en desastre.
Cortes de energía
Y si de casualidades involuntarias hablamos, no podemos olvidarnos de los apagones. Lo habitual es ir guardando todos aquellos documentos que se van generando a medida que se trabaja en ellos, pero es posible que el sistema eléctrico falle en el momento menos oportuno y tu ordenador se apague con él. Hay programas que están preparados para soportar un corte de suministro eléctrico, aplicando backups automáticos de la información, pero lo mejor es no confiarse y mantener la información relevante a salvo antes de que un rayo decida recordártelo por las malas. Otra consecuencia de las tormentas puede ser el achicharramiento interno de dispositivos, dejándolos inservibles.
Brechas de seguridad y malware
En cuarto lugar, pero no por ello menos importante se encuentra el software malicioso. Es un hecho. Los ciberdelincuentes están agudizando cada vez más sus técnicas de actuación, hasta convertir el robo de información en todo un arte y dificultando la tarea de las firmas de seguridad. Los maleantes ya cuentan con un amplio repertorio de familias de malware para sacar rédito de sus andanzas a expensas de los internautas bienintencionados, como virus, gusanos, troyanos, ransomware, rootkits, backdoors o puertas traseras y downloaders. Eso por no hablar de las campañas de spam, el phishing y los programas espía. Sucesos recientes como el caso PRISM, el bug Heartbleed o la filtración de fotos comprometidas de famosas vía iCloud son prueba del riesgo latente.
Empleados descontentos
Y ahí no acaba la cosa. El factor humano se puede entender como un puro error, un accidente o un acto sin maldad. Pero, ¿Y si es voluntario? ¿Quién puede predecir que alguien en el que se confiaba va a acabar eliminando información de valor, o incluso sustrayéndola para blandir algún tipo de chantaje? Los enemigos de la información corporativa no son únicamente los cacos 2.0, éstos también pueden esconderse entre la propia plantilla. Por duro que suene, se calcula que una quinta parte de los profesionales del área de la Tecnología de la Información y la Comunicación temen a los trabajadores de su compañía. O, cuanto menos, creen que los empleados insatisfechos son “la mayor amenaza interna para los datos de la empresa”, según se hace eco Acronis.
Pérdida o robo de dispositivos
A un dispositivo pueden cruzársele los cables y fallar por una cuestión de mal estado, bloqueando el acceso a toda la información que contiene en su interior. Pero también puede acabar desapareciendo de la vista de sus dueños, lo que en la práctica vuelve a dejar los datos inaccesibles. Por ejemplo, en vez de centrarse en el robo de datos, colándose de forma remota en el gadget de destino a través de Internet, un ladrón pueden optar por llevarse de forma física el PC, portátil, tableta, teléfono móvil o unidad de almacenamiento de su víctima, porque entra en la oficina cuando está vacía o porque el dispositivo se halla en un lugar sin vigilancia, y operar directamente sobre él. O quizás es un empleado quien se deja olvidado ese dispositivo en un lugar público, algo que no parece difícil que ocurra con objetos pequeños como las memorias USB. El problema llega cuando es la única copia o si la información no está cifrada.
Desastres naturales
Más allá de las tormentas a las que nos hemos referido antes, la amenaza de los fenómenos meteorológicos se cierne sobre el almacenamiento de la información de diversas maneras. El agua, por ejemplo, es enemigo acérrimo de los productos electrónicos, así que todos podemos imaginar cuál será el resultado de un gran diluvio o un tsunami si se encuentra a su paso con sistemas de este tipo. Y hay más formas de desastres naturales que pueden jugar una mala pasada. Los incendios son una amenaza grave y distintos huracanes han pasado a la historia por sus efectos devastadores, como el Katrina o Sandy. No sólo para dispositivos personales, también para la propia infraestructura de la nube que se puede caer y llevarse con ella los servicios de terceros.
(Fuente: Siliconweek)
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